Hoy os quiero hablar de Los besos de Manuel Vilas, un territorio de belleza y de luz en una época de confinamiento que convirtió nuestro mundo en un lugar sombrío, estéril, en una cárcel que enmudeció la explosión de la vida.
Un poco antes de declararse el estado de alarma, un profesor enmudece ante sus alumnos en una simbología tremenda que transcribe el destierro de las humanidades en nuestra sociedad.
Ante este hecho, Salvador se jubila dos años antes de lo previsto y se dispone a pasar el estado de alarma en un bungalow rodeado de la naturaleza de un pueblo en el que conoce a la que será su objeto de adoración: Montserrat.
Armado de erotismo y reivindicación de la belleza, nuestro héroe quijotesco se permite amar y se abandona a los misterios de la vida en dos ejes temporales principales: su presente y sus años de juventud quedando su pasado reciente difuminado.
Es justamente en sus años de estudiante en los que su compañero de residencia, Rafael, comparte con él conceptos como la arquitectura sagrada, una arquitectura metafórica que diluye las fronteras físicas y metafísicas. Así juega el autor con nosotros, haciéndonos conocer la historia a través de un personaje que tiene problemas cognitivos, dejándonos a veces con la sensación extraña de no estar seguros de la realidad de los hechos. Lo único seguro son las verdades biológicas como el sexo, el erotismo, la admiración de la belleza y la sensación de amar.
En Los besos el platonismo despliega sus alas y nos muestra el camino de la vida a través del conocimiento. Y ante Salvador, enarbolando la bandera a veces de Altisidora, a veces de Montserrat, una mujer que reencarna la pura divinidad del amor y del sexo, y que gracias al amor sale al encuentro del tiempo perdido.
Los besos son bellos, sí, pero también reivindicativos, combativos y valientes como vemos en la novela: cuantos más besos hay, más lucha existe por la ilusión, por los sueños…
Los besos dejan escapar también los suspiros más poéticos del autor, aunque impregnados de una poesía práctica e irreverente por momentos, y nos acompañan a la conclusión indiscutible de que todos debemos partir en busca de lo importante, lo fundamental y lo bello en nuestra vida, como Don Quijote. La salvación de halla en nosotros.
La apología de amar a cualquier edad de Manuel Vilas que es Los besos debería ser lectura obligada para construir un mundo mejor… Porque, pensadlo… ¿qué clase de mundo nos quedaría sin besos, sin amor, sin sueños, sin ilusión?