Un brindis por la humanidad

Un brindis por la humanidad

Un brindis por la humanidad

Soy una gran amante de las humanidades, de las ciencias, de la comunicación por encima de todo –es a lo que me he dedicado, en cierta manera me dedico y a lo que me gustaría dedicarme también en el futuro–. Y por supuesto amo la tecnología.

Fui una persona analógica y hoy soy digital, es más me siento muy cómoda con el concepto de nómada digital.

Adoro cómo la tecnología nos permite simplificar tareas automáticas para que nos podamos ocupar de la esencia de las cosas, de lo importante. Es muy gratificante cómo el big data y el cloud computing nos ayudan a entender, a analizar, a no perder tiempo… Son magníficas herramientas.

Sin embargo, observo desde hace un tiempo una degradación galopante de la comunicación, de esa comunicación que debe cuidar el mensaje y asegurarse de que el receptor esté utilizando el mismo código que el emisor. La comunicación se encuentra en una caída semejante a la de la casa Usher de Poe, con nosotros dentro.

Todas las bondades que pueden ofrecer las redes sociales para la comunicación constructiva entre seres humanos de todo el planeta están siendo pisoteadas por la invisibilidad de todo perfil que no sucumba a la supremacía del pago de publicidad y que no se someta a las reglas de algoritmos y redes neuronales programadas con intenciones específicas. ¿Qué intenciones? Las que considere quien las piense.

Y es que esos algoritmos, redes, bots y todo lo que suene a IA es programado por seres humanos, por otros seres humanos que establecen qué leyes virtuales debemos seguir para poder existir en… Ays, ¿no es un oxímoron hablar de existir en un medio en el que no podemos nacer tal y como nos reconocemos como especie?

Nuestro cerebro es plástico, esa magnífica máquina nuestra se adapta a las circunstancias con la premisa de sobrevivir, pero también de aprender, de evolucionar.

Si nos sometemos de manera constante en nuestras interacciones, si moldeamos nuestro contenido para que se adecúe a lo que un algoritmo o red o bot o lo que queráis nos marque, nuestro cerebro irá almondándose a esa manera de proceder y dejará de buscar respuestas por él mismo…

Estoy cansada de los perfiles que no hacen más que hacer preguntas insulsas por una interacción tan insulsa como la pregunta, erradicando la reflexión y aniquilando sobre todas las cosas el escepticismo y la creatividad sólo por arañar 4 posiciones en un ranking tan efímero como estéril, forzando la interacción cual vampiros sediendos de clics.

Me sorprendo al leer comentarios que dicen que el problema de ChatGPT no es que no sea más inteligente que nosotros sino que la carencia de ese producto radica en que los humanos no sabemos preguntar a la máquina, una máquina, por cierto, alimentada por creaciones humanas…

¿Seremos felices en un mundo que otros han creado para nosotros en el que si te sales del camino amarillo acotado eres señalado y/o ignorado a través de la propia contradicción semántica de la cultura de la cancelación? Pues, la verdad, no lo sé, pero soy escéptica.

Lo que sí sé es que creo en el espíritu crítico.

¡Feliz fin de semana humanos, al menos por el momento!

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Créditos imagen: fszalai en Pixabay

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