El poder parece una enfermedad endémica del ser humano que lo lleva a cometer grandes hazañas, pero también grandes atrocidades y muchos errores.

Existe un síndrome ligado a la enfermedad del poder: el síndrome de «hubris». Esta dolencia es reconocida hoy como un trastorno psiquiátrico adquirido que afecta a personas que ejercen el poder en cualquiera de sus formas y que se da en diferentes campos tanto en la política, como en las financias, en la educación, en un entorno familiar. En definitiva, el síndrome puede aparecer en cualquier contexto en el que un ser humano o grupo se posicione por encima jerárquicamente de otro. El que ejerce el poder lo ejerce porque puede ya sea por fuerza, por rango, por las circunstancias geopolíticas o por la permisividad del contexto o de las propias víctimas. Recordemos que muchas veces otorgamos poder a personas, entidades, instituciones a cambio de seguridad, de facilidad, por estrategia… Y en ocasiones los agentes del poder caen en la desmesura incluso con graves consecuencias para los otrora aliados que en ese momento se convierten en víctimas.

El síndrome de hubris o hibris es la exaltación patológica del poder potenciado por el factor éxito.
El término griego ‘hubris’ o ‘hybris’ (ὕβρις, hýbris) significa ‘desmesura’. A través de la alegoría de Ícaro la mitología griega explica ese deseo de transgredir los límites que los dioses inmortales impusieron al hombre frágil y mortal. Se convierte pues en un intento de romper el equilibrio entre los dioses, la naturaleza y el hombre. Esta pulsión lleva implícito el desprecio hacia el espacio de los demás y hacia su naturaleza. Ese desprecio acaba deshumanizando al otro y justificando la crueldad, por ejemplo.

La diosa griega de la justicia, del equilibrio y la mesura, Némesis, castigaba a los enfermos de hubris para devolver el equilibro de la naturaleza, como en la mitología griega castigó a Ícaro haciendo que el sol derritiese sus alas de cera y provocando que éste cayese al mar.

La historia de las civilizaciones es una historia de poder, de vencedores y vencidos, de usurpaciones, aniquilaciones o de asimilaciones, pero sea como sea a través de la fuerza, del comercio, de la educación o a través de pactos la historia de la especie humana es una historia de seres que enfermos o no de la enfermedad del poder siempre quieren ir más allá. Bertrand Russell considera que el concepto del poder es la meta última del ser humano y, junto con la gloria, uno de los principales deseos infinitos del hombre*.

Eso llevó a los navegantes europeos a surcar los mares más allá del fin del mundo hasta pisar tierras hasta ese momento desconocidas por ellos. El cómo lo hicieron bien exterminando, masacrando, expoliando o bien mestizando, pactando, sincretizando queda descrito a través de la historia y recopilado en fuentes que describen los hechos.

¿La verdad existe?

Aquí nos encontramos de nuevo con una pregunta ¿dónde se haya la verdad? Sin duda no existirá nunca una verdad absoluta puesto que incluso hechos actuales, hechos que hemos podido vivir en primera persona se pintan de un color u otro dependiendo de quien lo cuente. Lo que deberíamos evitar como argonautas de la verdad es caer en anacronismos algo que resulta complicado ya que implica despojarse del sesgo de nuestra propia cultura, de nuestros propios arquetipos, de nuestro sesgo cultural del presente para adentrarnos en el contexto sociocultural de la época de los hechos. Esto requiere de un gran trabajo personal, de un gran esfuerzo, requiere que seamos entes activos en nuestro aprendizaje y que no nos quedemos sólo nadando en la superficie, muchas veces inundada de panfletos políticos. Entiendo lo complicado que es en este mundo en el que nos invitan constantemente a ser agentes pasivos de noticias predigeridas o conceptos implantados a través de la facilidad, informaciones autoconcluidas que no necesitan del ejercicio de pensar por nosotros mismos.

Hoy en el penúltimo programa de Voces de esta primera temporada tenemos con nosotros a Marcelo Gullo Omodeo autor de “Madre Patria” cuyo subtítulo ‘Desmontando la leyenda negra desde Bartolomé de las Casas hasta el separatismo catalán’ da buena cuenta de la temática de la siguiente entrevista.

Según nos cuenta Marcelo: “en el mundo, en la realidad, no en lo que uno desea o sueña, las naciones no son iguales unas a otras porque unas tienen más poder que otras. Los que tienen poder tienden a mandar sobre las otras, a imponerles su voluntad. Lamentablemente es así, no es que uno quiera que sea así, sino que las naciones se enfrentan unas con otras en ese mundo.”

*1.  Russell B. Power: a new social analysis. London: Allen G. & Unwin; 1938