Diario de una mujer no subvencionada

Día 1: De esos cristales, estos hormigones

En el universo de los techos existe un techo de cristal que impide a las mujeres acceder a puestos de trabajo directivos o a recibir los mismos sueldos que los hombres por las mismas tareas y responsabilidades. Yo nunca lo he visto, pero claro no es un argumento sobre el que basarme para decir que no existe… ¿Qué pensarían los creyentes de algún dios si afirmase rotundamente  que, como no he visto a su dios, su dios no existe? No tiene sentido… El sentido… ¡Ay! En este siglo XXI ya hay pocas cosas que tengan sentido… común, aunque se nos exhorta para que hagamos cosas sin sentido por el bien común. ¿El bien común? ¿Qué bien puede ser común si no se pone en común? Todo es extraño.

Volviendo a los techos… ¿Es lo mismo un techo que un tejado? Cuando oigo la palabra «tejado» pienso en cómo se veía París desde mi pequeña -13 metros- chambre de bonne donde los cuervos me miraban curiosos cuando salía a leer a Nerval sobre el tejado. Je suis le ténébreux, le veuf, l’inconsolé. Claro que la curiosidad de estos comandos urbanos de las alturas crecía cuando leía en voz alta El Discurso sobre la servidumbre voluntaria de Étienne de La Boétie como queriendo materializar alguna de esas utopías que mi cerebro rescataba de vez en cuando…

El techo, el techo… Existe un techo silenciado al que le han puesto una mordaza con un bonito paño de seda -de los chinos-: el techo de hormigón y ese sí lo he visto.  

Día 2: Hormigón, arqueología y un muerto

Hacer un buen hormigón es como hacer un rico pastel, todo es conocer el orden y la cantidad de los ingredientes, pero ojito que aquí el orden de los factores sí altera el producto: primero has de echar la grava, después añadir la mitad del agua, a continuación el resto de ingredientes que son el cemento, la arena, y finalmente el resto del agua. Remueves durante dos o tres minutos y ¡voilà! Tu hormigón estará listo para ser utilizado.

No entenderé nunca por qué cuando hablo de hormigón pienso en Bugsy Siegel, el gángster que mandó construir el primer gran hotel de Las Vegas: El hotel Flamingo. Claro que tuvo que esperar a que el juego fuera legalizado en 1931 ya que para qué iba a plantarse en el desierto de Mojave este señor que, si bien puede que no conociese la receta del buen hormigón, sí lo haya utilizado para otros menesteres… O no, ¿quién sabe?

La etimología de la palabra hormigón tiene tantos enigmas como el propio Bugsy que por cierto significa chiflado, apodo que recibió por su carácter violento y despiadado. No entiendo como todos los famosos que se fotografiaron con él no tuvieron miedo de acercarse tanto. De Frank Sinatra no me sorprende porque siempre hizo las cosas a su manera, pero el resto… 

Bugsy acabó con 9 disparos que lo destrozaron, a él y a unos cuantos jarrones chinos… ¡Ay qué ver cuánto destrozo! Con lo fácil que hubiera sido hacerle pasar cerca de una piscina de hormigón y con un simple empujoncito ¡puf! convertirlo en parte de la arqueología… ¡Mucho más limpio dónde va a parar!

Volviendo al techo de hormigón, os adelantaré que tiene mucho que ver con una escena de La Tierra de los muertos de George Romero y con un personaje muy a lo Bugsy de «Alicia en el país de las maravillas»…

Continuará...

Diario de una mujer no subvencionada es fruto de la imaginación de su autora, cualquier parecido con la realidad responde al azar o al fatum, depende de cómo se mire.