Como seres humanos necesitamos pertenecer a un grupo, necesitamos socializarnos, interactuar con nuestros congéneres y buscamos participar en grupos afines a nosotros, a nuestros hobbies, a nuestras ideologías, a nuestra manera de concebir el mundo. Ser aceptados y reconocidos por los otros es origen y causa de tantos bienes como de tantos males, como al parecer ocurre siempre en todo lo que tiene que ver con el ser humano y el círculo vicioso de las dicotomías, del bien y del mal, de esa organización universal de los contrarios… Toda ley de atracción lleva implícita en ella la ley de la repulsión.

De todo esto son un buen ejemplo las redes sociales… Un escenario privilegiado de estudio del comportamiento humano para esas mentes inquisidoras de conductismo operante… Aunque el común de los mortales consideramos las redes sociales como una extensión de nuestro ser, de nuestro pensamiento, una vitrina al mundo para mostrarnos, una tribuna desde la que expresarnos o un palco exclusivo para observar a los demás y alimentar nuestra curiosidad…

En esa extensión de nuestras vidas encontramos lo mismo que podemos encontrar en la realidad material de nuestra existencia, depredadores incluidos, sin embargo, tomamos menos precauciones y nos abrimos sin protección a personas desconocidas a las que las plataformas llaman “amigos” cuando en la vida real no les abriríamos la puerta de nuestra casa…

En internet, en la vulnerabilidad de las redes sociales existen redes de captación especializadas en reclutar a personas para sus fines aviesos. Es una realidad y su tasa de conversión es mucho mejor que la de la mayoría de las tiendas online existentes porque justamente les dejamos entrar en nuestra casa virtual, en nuestra mente, en nuestro corazón. Lobos vestidos de cordero esperando al rezagado, al triste, al inadaptado, al que no encuentra su lugar en el mundo… ¿Y a quién ataca siempre el depredador? El depredador va siempre a por el miembro más joven, solitario, a por el desvalido, a por el que no se protege.

De todo esto hablamos hoy en Voces con un experto en comunicación como es Juan Ramón Lucas que nos presenta Agua de luna su segunda novela.

Agua de luna aborda la captación de una joven inteligente, sensible y curiosa por una red perteneciente a la Dawla. Una historia conmovedora, dura, con un ritmo trepidante, un ejercicio de análisis pulcramente documentado que va seduciendo al lector sin que se dé cuenta, hasta que lo envuelve en la trama de la novela con el sobrevuelo incesante de los porqués, el cómo, de la incertidumbre y el miedo de perder a una hija para siempre. Juan Ramón nos atrapa como lo hacen esas redes, página a página, en esa “realidad virtual” al servicio del mal que es tan real como los cientos de jóvenes captados cada año en sus garras.