Si tuviese que resumir en una palabra este año transcurrido caracterizado por la pandemia que seguimos sobrellevando sobre nuestros hombros, sería la palabra incertidumbre que, en un primer momento, parece combinar mal con palabras como paz, tranquilidad, esperanza, felicidad o seguridad… Sentimientos o situaciones sin las cuales es complicado construir vida.
Sin embargo, si nos fijamos en el principio de incertidumbre de Heisenberg – o la relación de indeterminación – podemos abrir una ventana a la verdadera resiliencia psicológica, no a esa resiliencia que algunos pretenden que aplaudamos a base de subidas de impuestos, la otra, la definida como la capacidad de asumir con flexibilidad situaciones límite, sobreponerse a ellas e incluso salir más fuertes de ellas a través de un aprendizaje evolutivo… Repito, no la resiliencia de los recortes y rescates estratégicos, sino la resiliencia de los seres humanos ante la realidad gracias al instinto de supervivencia.
Volviendo al principio de incertidumbre… Según este científico, premio Nobel con apenas 32 años que propició también un gran avance filosófico,” Lo que observamos no es la naturaleza en sí misma, sino la naturaleza expuesta a nuestro método de cuestionamiento”. Heisenberg elevó la duda existencial de Hamlet a la física cuántica -o al contrario-, promulgando que el simple hecho de observar una partícula subatómica, como un electrón, altera su estado. Este fenómeno impide que sepamos con exactitud dónde se encuentra y cómo se mueve esa partícula…
Si lo aplicamos al mundo macroscópico, funciona de igual modo por lo que el observador modificaría la realidad. Permitidme que me aventure a sacar la conclusión de que el ser humano es capaz por ende de crear nuevas posibilidades, pero siempre con la condición de que observe, con los ojos abiertos…
¿No abre este hecho una ventana a la libertad autogestionada? ¿Podemos, al focalizar nuestra atención en algo, modificar o alterar la naturaleza de ese algo? ¿Somos capaces de cambiar una realidad si nos lo proponemos? Por qué no, si la certidumbre no existe, no tiene por qué existir lo inamovible…
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Imagen principal: Gerd Altmann