Cuando tienes en tus manos un libro como Paisajes de la Historia de España que nos habla de casi medio centenar de enclaves a través de XXIII siglos desde la búsqueda de la verdad gracias a la Historia y con la cuidadosa consagración en su contenido de un artesano relojero, descubres que los lugares tienen melodías, tonalidades y texturas, que no son simples espacios sino maravillosos universos que encajan unos con otros hasta conformar nuestro presente, hasta conformarnos a nosotros mismos.

Sin duda, se disfruta mucho más de los viajes si aprendemos a apreciar su melodía de tiempos pasados ya que ir a un lugar sin conocer su historia es como eliminar la dimensión abstracta del lenguaje… Podemos entender el significado literal de las palabras de una frase sin embargo perderemos el mensaje de su secuencia, porque su combinación las convierte en parte de un todo.

Con los viajes ocurre lo mismo: podemos visitar un lugar, comer su comida y entrar en algunos de sus monumentos, muchos de los cuales pueden ser impactantes estructuralmente a nuestros ojos, pero no podremos disfrutar de su corazón. Nos quedaremos en alguna de sus capas superfluas y eso nos impedirá conectarlo con el todo, encontrar su razón y potenciar su belleza. Todo está conectado y la única manera de entenderlo es acompañando de conocimiento nuestros actos y nuestros viajes.