¿Cuánto daño es capaz de hacer un ser humano a otro cumpliendo órdenes de una persona o entidad que se considera legítima? Según la conclusión máxima del experimento en la Universidad de Yale del psicólogo Stanley Milgram es sencillo ignorar la responsabilidad individual cuando uno es únicamente un eslabón intermedio en una cadena de acción… ¿Qué opináis?

El 1 de junio de 1962 Otto Adolf Eichmann, oficial del régimen nazi y uno de los ideólogos del Holocausto, siendo el responsable directo de la ‘solución final’ del Tercer Reich, fue ahorcado en Israel tras un juicio que le declaró culpable de crímenes de guerra. En su defensa Eichmann declararía que era culpable de obediencia puesto que acataba órdenes legítimas.

Nunca he entendido cómo se puso en marcha tal horror – como tantos horrores de la Historia – porque una cosa es que un individuo mate a otro de manera aislada y otra bien diferente es que lo haga un gobierno ayudado por infinidad de sujetos que participan activamente o que participan cerrando los ojos y encontrando un sinfín de justificaciones… Y algo aún más sorprendente, y es que esas herramientas del mal en diferente grado no tengan conflictos de conciencia en su mayoría…

Una de las personas que tomó buena nota del juicio a Eichmann fue Hanna Arendt, filósofa y teórica política alemana que en 1963 publica su ensayo Eichmann en Jerusalén. Un estudio sobre la banalidad del mal. En dicho estudio no considera al oficial nazi una mente privilegiada del mal sino un peón necesario que cumplía órdenes… Siguiendo esa posibilidad, el joven psicólogo de Yale, Stanley Milgram, quiso poner a prueba las teorías de la filósofa.

De este modo, Milgram puso anuncios solicitando voluntarios para participar en un estudio sobre la memoria y el aprendizaje en el que distribuiría diferentes roles entre los participantes: unos serían maestros y otros alumnos. Cada fallo de alumnos era penalizado con pequeñas descargas eléctricas que iban en aumento hasta llegar a un voltaje máximo de 450 voltios. A los ‘maestros’ se les dice que las descargas pueden producir dolor, incluso mucho dolor, pero no provocarán daños irreversibles. El investigador a lo largo del experimento aumenta la presión sobre los ‘maestros’ proporcionalmente a las dudas que iban manifestando por el proyecto. El 65% de los participantes ‘maestros’ administró el voltaje máximo y ningún participante se detuvo a 300 voltios que era cuando el ‘alumno’ se quejaba de dolor. Todos dudaron del experimento en algún momento, aunque ninguno paró…

Como ya habréis deducido, el experimento no era sobre la memoria sino sobre la obediencia a una autoridad que se mostró ante los participantes como legítima: la autoridad de un psicólogo de la Universidad de Yale que además les pagaba por participar. Las verdaderas cobayas fueron los individuos seleccionados como ‘maestros’ ya que los seleccionados como alumnos eran actores que no recibieron ninguna descarga en realidad.

El experimento Milgram tiene sus detractores sobre todo en cuanto al conflicto ético que supone engañar a individuos y además someterle a muchísima presión. Por otro lado, un reciente estudio arroja nuevas dudas ya que algunos de los participantes que infringieron las descargas más altas podrían haber sospechado de la autenticidad del estudio. Sin embargo, es indiscutible que algo tan terrorífico como el Holocausto se sirvió de algo más que de un gobierno para llevarse a cabo, y torturar y asesinar a millones de personas…
El ser humano puede encontrar mil y una justificaciones para el mal dependiendo de sus impulsos, de su educación, de sus creencias, de su propia supervivencia, del miedo, un miedo muchas veces inducido…

Hoy tenemos con nosotros a un hombre que se ha adentrado en el mal a través de la escritura. Con su novela anterior La huella del mal partía a dilucidar si el mal en el ser humano forma parte de nuestro ADN como una huella atávica de la que no podemos escapar.

Hoy nos visita en Voces para hablarnos del mal banalizado o justificado a través del justo castigo por nuestros pecados con Donde haya tinieblas, un thriller ante todo, pero un thriller que nos lleva a reflexionar sobre la naturaleza de nuestros pensamientos confesables e inconfesables, y por encima de todo pone el dedo en la llaga de la responsabilidad individual porque el camino que elegimos en la vida lo elegimos nosotros. Y ese camino puede ser el de la destrucción o el de la construcción.

Nuestro invitado como ya habréis deducido es Manuel Ríos San Martín con el que hemos hablado de la belleza, de la religión, de las redes sociales y de la humildad del ser humano que debe reconocer que no puede evolucionar sin escuchar a los demás para seguir aprendiendo.