Todo este misterio no va de mí, sino del señor X, pero supongo que podría decir algunas cosas sobre mí.
Y diré que mi nombre es Anne McCarey, que soy enfermera y que en junio de este mismo año de 1882 se me contrató para cuidar de un paciente ingresado en una residencia para caballeros nerviosos en Portsmouth llamada Clarendon House. Un mes después, le clavé un puñal bajo las costillas tras servirle el té.
Por fortuna, le asesté solo una cuchillada y me detuve antes de rematar a mi víctima, consciente del horror que había cometido. A
mis gritos acudieron mis compañeras de Clarendon y logramos llevarlo al Royal Portsmouth Hospital, donde estuvo ingresado el resto del verano. Durante ese tiempo, mi paciente, con pocas fuerzas para hablar, porque la  puñalada había sido profunda y había perdido mucha sangre, me explicó que un grupo de siniestros individuos llamados «los Diez», que logran controlar la voluntad humana mediante misteriosos teatros, me habían revuelto la cabeza convenciéndome de que si lo apuñalaba, sentiría un inmenso placer.
Bien, así fue.