Un itinerario del mal, de perversión de la inocencia que integra elementos de la novela gótica del siglo XVIII como el terror psicológico, presencias fantasmasgóricas, atmósferas claustrofóbicas e incluso un ente, una Torre del Infierno y como amalgama la desesperación de los que pergeñan el mal, representada en el tormento de un Heathcliff moderno.
En ese itinerario, una escena que nos envía una imagen distorsionada de La última cena de Leonardo da Vinci es el punto de no retorno en la trama, una historia donde la distorsión provocada por las drogas, los traumas y el dolor moldea a los personajes que como ratas de laboratorio buscan la salida del laberinto.
El lector encontrará diferentes hilos de Ariadna en «El símbolo Malin» desde las canciones que potencian las sensaciones de una escena, a los lugares, testigos de los hechos que cobran vida e incluso se vengan a las personas.
2 personajes, 2 miradas, 2 eses iniciales en sus nombres que se entrelazan para formar un infinito, 2 eses de: serpiente, soledad, sumisión, sinuoso, sexo, Sísifo y símbolos…
«El símbolo Malin» es también un itinerario, un camino que nos tiene que ayudar a salir de un bucle de oscuridad. Como dice Jordi sobre su novela: «La novela, su estructura en sí es el símbolo Malin. Tú puedes volver al capítulo 1 desde el 24. Es todo un bucle infinito hasta que tú decides zanjar el tema y pasar al último capítulo que es el 25, que simboliza la flecha de este símbolo.»
Y resulta que este símbolo Malin resulta un muestreo de los peligros y horrores que nos pueden acechar, esos lobos que existen en el camino de la vida, entes que nos persiguen y pueden ser físicos aunque también metafóricos. Sin embargo Jordi también nos hace reflexionar sobre las posibles causas de la mutación de las personas en monstruos para otras personas y para sí mismos.
Samuel, un Atila autocreado arrastrado por su desesperación y, al otro lado del espejo Sonia, una campanilla transmutada a la fuerza en Erinia que necesita romper sus cadenas emocionales, lastres que suelen ser las brechas por donde penetra y en donde anida el Mal.
Sin embargo, Jordi busca siempre con sus obras ofrecer una salida para quien quiera tomarla y parece susurrarnos al oído «buscad la salida ratoncillos o aprended a parar a tiempo». De modo que ahí sitúa al lector, en la responsabilidad de actuar, de ser un lector activo con la libertad de elegir hasta dónde quiere implicarse en la trama.
¿Os gusta el thriller? «El símbolo Malin» no os va a defraudar: vais a disfrutar, vas a sufrir y si queréis, podéis partir a un viaje estimulante para transmutaros en Ulises en busca de las entre líneas.